*me la pelas*

A la señora se le va a caer el bolso. Se le cae el bolso. Le creo como el ciego que corre contra la pared y se golpea. Le creo porque quiero el perdón. Me creo cualquier cosa porque, discúlpame, quiero el capricho de merecerme el vestido blanco. Le creo por sus rodillas temblorosas. Aunque cada vez me hago mas pequeña y puedo caber en la cabeza de los que me rodean, y duermo en el pasillo de las memorias. Ese pasillo que lleva al cuarto pequeño que me da miedo, al cuarto rojo que me avisa que te emocionaste o que un ataque de pánico se avecina. Y me da miedo, porque cuando lo veo de reojo se altera y se mueve. Quiero entrar, pero me da miedo. Quiero entrar y quedarme ahí. Hasta que las ventanas todas (absolutamente todas) esten salpicadas con rojo. Rojo sangre con manchas de un tono menos claro, mas obscuro. Pero aquí estoy, a tu lado con dolor. Me muerdo los labios tratando de que el color de mi boca se parezca al de tu cuarto rojo. Me tallo los ojos para saber que no eres un espejismo, porque los juegos de mi cabeza me tienen fastidiada. Pero eres mío, desde tu nacimiento. Serás mío hasta tu muerte. Por el juego del destino (que se pone de acuerdo con el de mi cabeza) para hacerme sentir, saber, comer, oler, acarrear, creer que cuando te duermas a mí me tendrás entre tus sueños.